jueves, 26 de marzo de 2015

El tiempo avanza inexorablemente, sin poderlo evitar de ninguna forma. Sabes que el momento se acerca, veloz, sin que hayas sido consciente de lo cerca que está todo de acabarse. El miedo, la impotencia, la rabia y el dolor se arremolinan en tu pecho, oprimiéndolo. La frustración es la causa de las lágrimas que tratas de contener, porque derramarlas supondría rendirse ante lo que se avecina, y buscas desesperadamente una solución que no existe, hasta que, agotada, te dejas llevar por ese mar que tenías en tu interior, que derrumba la barrera y arrasa con todo a su paso. 



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