Añoro aquellos días felices en los que la única preocupación era perderte tu serie favorita de dibujos animados, que te eligieran el último el gimnasia para formar un equipo o quizá conseguir el último cromo de una colección o el mas codiciado por todos los niños. Ahora, habiendo dejado atrás todo esto, años después nos damos cuenta de cuan ínfimas eran aquellas cosas a las cuales llamábamos inocentemente ''problemas''. Es ahora cuando desearíamos volver a ser pequeños, podernos esconder debajo de la cama ante las complicaciones, poder hacer desaparecer el miedo simplemente con encender la luz de la mesita de noche o corriendo a la cama de papá y mamá y acurrucándonos entre las sábanas. ¿Quién entonces no dijo alguna vez cosas como ''ojalá fuese mayor'' o ''¡estoy deseando crecer ya!'' en plena rabieta tras una riña de sus padres? No éramos conscientes de lo que se nos venía encima...
Y ahora, de mayores, ¿quién no desea de vez en cuando ser Peter Pan y no haber crecido nunca?
Sin embargo, el tiempo no se detiene y avanza irremediablemente. Si es cierto, que cada etapa de nuestra vida tiene sus cosas positivas, está marcada por diferentes hechos, situaciones y personas, pero creo que muchos estaremos de acuerdo en que ninguna como aquella, la infancia. Pero, a pesar de que el tiempo pase y nos empuje a todos a crecer, hay algo que no puede quitarnos: aquella llama que prendió al nacer, el niño que todos llevamos dentro. Creo que no hay mejor consejo que el de no olvidar nunca a aquel niño que fuimos y que existió durante aquellos felices años, lleno de fantasía, alegría y energía. Y si no lo olvidamos, siempre nos quedará algo de él en nuestro interior, habiendo vencido así, en cierto modo, al tiempo que nos atrapa...
Y ahora, de mayores, ¿quién no desea de vez en cuando ser Peter Pan y no haber crecido nunca?
Sin embargo, el tiempo no se detiene y avanza irremediablemente. Si es cierto, que cada etapa de nuestra vida tiene sus cosas positivas, está marcada por diferentes hechos, situaciones y personas, pero creo que muchos estaremos de acuerdo en que ninguna como aquella, la infancia. Pero, a pesar de que el tiempo pase y nos empuje a todos a crecer, hay algo que no puede quitarnos: aquella llama que prendió al nacer, el niño que todos llevamos dentro. Creo que no hay mejor consejo que el de no olvidar nunca a aquel niño que fuimos y que existió durante aquellos felices años, lleno de fantasía, alegría y energía. Y si no lo olvidamos, siempre nos quedará algo de él en nuestro interior, habiendo vencido así, en cierto modo, al tiempo que nos atrapa...